En todos estos lugares, la tradición habla de la Santa Compaña como una procesión de muertos o ánimas en pena, que en la noche de Todos los Santos o la noche de San Juan (24 de junio y a partir de las doce de la noche), recorren errantes los caminos de una parroquia.
La Santa Compaña puede aparecerse en distintos lugares, pero sobre todo, ante quien se encuentre en una encrucijada de caminos. Todas las versiones coinciden en señalar a la Santa Compaña como anunciadora de muerte.
Las leyendas se refieren a una tenebrosa procesión de difuntos, encabezada por un mortal que porta consigo una cruz y agua bendita. La procesión consiste en dos filas fantasmales de difuntos que van vestidos con sudarios y descalzos.
A su paso, se percibe un característico olor a cera y un aire fantasmal.
Esa persona mortal es reconocida por la luz que la rodea y la palidez de su rostro y está condenada a vagar noche tras noche hasta su muerte o hasta que otro incauto sea sorprendido en una encrucijada, momento en el cual recibirá la cruz y estará condenado a vagar todas las noches.
La presencia de la Santa Compaña siempre es indicio de desgracias, lo más habitual es que anuncie la muerte de un conocido del que ve la procesión pero también puede aparecer para reprochar a los vivos errores o faltas o para cumplir una pena impuesta en el otro mundo.
En unas versiones se cuenta que la luctuosa procesión transporta un ataúd en el cual hay una persona dentro, la cual puede ser incluso la persona que sufre la aparición siendo su cuerpo astral el que está en el ataúd.
Cuenta la tradición popular que podrá librarse de ser capturada el alma del mortal que presencie la procesión si se sube a los escalones de un cruceiro o si porta una cruz y la exhibe a tiempo.